Los tiempos están cambiando muy rápido y en estos tiempos de aceleración histórica se están generando nuevos trabajos y oficios, también en el campo.La era de las tecnologías de la información, de los datos, de las aplicaciones, de las redes sociales, de la inteligencia artificial, de los teléfonos inteligentes no solo ha llegado a la industria, al sector servicios o los hogares, sino que también está impregnando la agricultura y ganadería.
Esto nos lleva a la formación y a las nuevas tendencias laborales en la incorporación de trabajadores al medio rural y abre una línea interesante para abordar uno de los retos más importantes que tiene el sector agrario, como es el relevo generacional. Porque es más fácil la incorporación a labores del campo de jóvenes nativos digitales con formación en el uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la ganadería y la agricultura.
A veces, con dificultades, las generaciones mayores también se están incorporando y adaptando y bastante bien; por ejemplo, todos consultan portales meteorológicos para tomar decisiones sobre tareas agrarias. Es constatable la incorporación de la maquinaria a las labores agrícolas, no ya del tractor como principal fuerza motriz, sino que cada vez son más las máquinas usadas en las labores agropecuarias: vibradores para desprender frutos como la almendra o la aceituna; ordeñadoras y dispensadoras automáticas de piensos en ganadería; el riego a distancia activándolo con un móvil; cercas electrificadas para cuidar rebaños; o vendimiadoras, máquinas capaces de recoger miles de kilos con una sola persona. Es cierto que todavía hay trabajos que requieren de mucha mano de obra no cualificada como los fresa, el espárrago, frutos rojos o la mayoría de las hortalizas.
La aplicación de las nuevas tecnologías trae consigo el abaratamiento de los costes de producción, haciendo las explotaciones más competitivas, pero también es necesaria para la resiliencia en un entorno donde cada vez es más complicado encontrar mano de obra, como ocurre en empleos que requieren muchos trabajadores como la aceituna o los frutos rojos y en los que en los últimos años empieza a ser problemáticos. Al igual que una explotación requiere de una dimensión mínima para poder ser rentable autónomamente, igualmente ha de estar adaptada a las nuevas tecnologías para reducir gastos.
Indudablemente, ambos tipos de trabajo, más y menos cualificados, menos o más competitivos irán conviviendo, pero hay que estar atentos a cómo evoluciona el mundo. Y no hay que referirse solo al uso de los drones en la agricultura para realizar aplicaciones o diagnosticar el estado de un cultivo o al uso de aplicaciones informáticas con el uso de muchos datos para tomar decisiones. A lo que habrá que estar atento a la hora de ver nuevas oportunidades de empleo es a ocupaciones que todavía ni siquiera sabemos que existirán. Ya hay tractores sin conductor que realizan labores agrícolas guiados por GPS o recogedores automáticas de frutas de hueso a las que incluso se les puede programar parámetros como el estado de madurez, el calibre o posibles taras.
Para el porvenir es fundamental la formación y la especialización. Carreras como las ingenierías se están ramificando hacia campos de experiencias cada vez más concretos y ello lleva hacia una cualificación aún mayor que abre el camino hacia mejores remuneraciones en los trabajos. Al igual que dentro de la construcción hay muchos oficios, igual empieza a ocurrir en el campo con empleos especializados de ingenieros expertos en el uso de tecnología de satélites y drones -que requieren de licencias especiales para manejarlos-, veterinarios que operan con ordenadores, conductores de vibradoras o recolectores, técnicos de mantenimiento de maquinaria en granjas o aplicadores de fitosanitarios. Hoy un técnico de campo necesita tener habilidades por la digitalización del cuaderno de explotación el control integrado de plagas, que hace necesario realizar los tratamientos con “recetas”, las órdenes de tratamiento, la obligatoriedad de realizar planes de abonado a partir de análisis de suelo y agua o la necesidad de planes de riego, que obligan a tecnificar las instalaciones de fertiirrigación.
Y no solo son ocupaciones intrínsecas a la explotación, sino que hay otras indirectas como pueden ser técnicos en prevención de riesgos laborales o responsables de sostenibilidad. La política agraria común (PAC) y las tendencias sociales cada vez son más exigentes con consumidores cada vez más interesados por cuestiones ambientales y de responsabilidad social corporativa. Las nuevas normativas constriñen los hábitos tradicionales en el manejo del campo y a su vez plantean nuevas obligaciones para cuestiones como el bienestar animal o los requisitos laborales y sociales.
Y no podemos olvidarnos de retos como el cambio climático y la necesidad de una mejor gestión del agua: habrá que ajustar este preciado recurso a las necesidades de una mayor producción de alimentos para abastecer a un mundo cada vez más poblado, y esto supone en sí mismo más líneas de trabajo. No hay que olvidar que las nuevas explotaciones modernas, máxime si tienen acceso a agua, crean más empleo y de mayor calidad.
En definitiva, la mayoría de nuevos perfiles profesionales provendrán de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que ya no solo se usarán para tareas administrativas, sino que irán abriéndose paso en la aplicación prácticas en los diferentes campos. Es lo que podemos denominar la agricultura digital.
Conoce más acerca de cómo las empresas demandan cada vez más estos perfiles en este episodio sobre ¿Cuál es el potencial de la formación profesional en el sector agroalimentario? del podcast de Corteva, en colaboración con la Catedra en agricultura digital y sostenibilidad de la Universidad de Sevilla.