¿Cómo podría el cambio climático alterar los mercados del maíz?
Analizamos las oportunidades y las amenazas para el maíz ahora y en el futuro y nos preguntamos cómo se puede lograr un equilibrio entre la protección del medio ambiente y la alimentación del mundo.
En los últimos años se han dado avances positivos en lo que respecta a los cultivos, especialmente en lo que se refiere a fitomejoramiento, encontrando nuevos usos para ellos e incluso hemos sido testigos de una mayor producción. Sin embargo, el aumento de las temperaturas globales está poniendo en peligro muchos cultivos.
Si no se hace nada, tanto en lo que respecta a las temperaturas globales como a las prácticas agrícolas, la producción de maíz podría estar en peligro. A medida que aumenta la demanda de maíz y la población mundial sigue creciendo, la necesidad de soluciones sostenibles, que no contribuyan a agravar el problema, es más vital que nunca.
Mercado actual del maíz
El maíz es uno de los cereales más importantes producidos en el mundo, con 1.100 millones de toneladas métricas cultivadas sólo en 2020. Aunque no es el mayor productor de este cereal a nivel mundial, España produce 4,2 millones de toneladas anuales, de las cuales más de una cuarta parte corresponde a Castilla y León, con 1,3 millones de toneladas métricas.
El maíz es tan versátil como esencial. Se utiliza como grano de cereal para el consumo humano y su almidón y jarabe constituyen la base de un gran número de alimentos. También se utiliza para la alimentación animal y se emplea en la producción de ciertos tejidos, adhesivos y otras soluciones químicas. Incluso puede utilizarse como materia prima para el etanol, que se emplea en el desinfectante de manos y como biocombustible.
La producción de etanol ha aumentado gradualmente en los últimos 20 años, con más de 98.420,707 millones de litros creados en 2020. Esto se debe en gran medida al crecimiento de la demanda de combustibles renovables, mientras trabajamos para eliminar nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
Por lo tanto, es crucial que la producción de maíz no se vea amenazada: para los agricultores, para alimentar al planeta y, en última instancia, para la salud de nuestro planeta.
¿A qué estamos esperando?
Es un hecho que las temperaturas globales están aumentando y por ello los patrones de precipitación están cambiando: ya estamos viendo más inundaciones y sequías que nunca. Y, como sabemos, estos cambios afectan directamente a la producción de alimentos.
Un informe de Chatham House, elaborado para los jefes de Estado antes de la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas COP26, sugería que el rendimiento de los cultivos en su conjunto podría disminuir en un 30% para 2050, si no hacemos nada. Europa occidental, en particular, podría ver el 47,9% de las tierras de cultivo expuestas a la sequía en 2050, algo que ya estamos viendo en el sur de España.
Y para el maíz en concreto, un estudio estadounidense de Lee y Durmaz (2016) descubrió que si la temperatura aumenta 1°C en la temporada de crecimiento (aumento mínimo), la producción de maíz podría disminuir en 1.01 t/ha. A escala global esto es problemático.
Alberto Ojembarrena, director de marketing de la división de Semillas en Corteva Agriscience Iberia afirma: “La mayor amenaza para el maíz provocada por el cambio climático es, sin duda, la estacionalidad acusada de las precipitaciones, con sequías prolongadas, o lluvias torrenciales y fenómenos muy dañinos como fuertes granizadas o inundaciones, que, por una parte hacen depender el cultivo año tras año de la disponibilidad de agua de riego o precipitaciones veraniegas, y por otra parte mantienen al agricultor en la inseguridad permanente de esos fenómenos atmosféricos devastadores.”
En España, gran parte de las tierras de cultivo utilizan modernos sistemas de riego y los avances tecnológicos están teniendo un impacto positivo en la prevención de la desertificación de las tierras, especialmente en el sur del país. Estos sistemas de riego son un salvavidas para los agricultores y actualmente mantienen la rentabilidad y la productividad de las tierras. Sin embargo, esto está en peligro, sobre todo porque la competencia por el agua aumenta, ya que la población sigue creciendo. Es probable que haya más regulaciones para gestionar el uso del agua en la agricultura, lo que sin duda afectará a la producción de maíz y aumentará los precios para los consumidores.
Sin embargo, la creciente población mundial sigue necesitando ser alimentada y son los países del tercer mundo los que más van a notar el impacto.
Sin aumentar la cantidad de tierra utilizada, lo que tendría un grave impacto en el medio ambiente, las prácticas de cultivo tienen que cambiar. Los agricultores tendrán que adaptarse, tal vez modificando los cultivos, y las empresas de semillas tendrán que desarrollar semillas más resistentes que puedan cultivarse en diferentes climas, suelos y épocas del año.
Los gobiernos también tienen un papel crucial en la financiación de la investigación, en la colaboración con los agricultores para incentivarles y apoyarles en estos cambios y también en la salvaguarda del comercio entre países, garantizando que el exceso de maíz llegue a los países que más lo necesitan.
¿Hay oportunidades?
Por suerte, el maíz es un cultivo adaptable y los agricultores españoles ya están reaccionando a la climatología.
Alberto Ojembarrena afirma: “una clara oportunidad es la gran adaptación del maíz a las mayores temperaturas y periodos de calor que soportarán las zonas productoras de maíz, ya que el rango de variedades y “ciclos” del maíz abarca desde variedades muy “cortas” destinadas a zonas muy septentrionales, a muy “largas” o, incluso “tropicales”, adaptadas a climas muchos más cálidos. Si el clima de una zona se va calentando por mayor temperatura y períodos cálidos más prolongados, esas zonas podrán sembrar ciclos “más largos” como ya estamos viendo comparando las variedades sembradas actualmente en zonas tradicionales “de ciclo corto””.
Aunque el mantenimiento de la producción y la rentabilidad ocupan un lugar destacado en las agendas de los agricultores, el cambio a prácticas agrícolas más sostenibles, por ejemplo, el uso de cultivos de cobertura y la ausencia de labranza, también contribuirá a la lucha contra el cambio climático, apoyando su supervivencia a largo plazo.
Y, aunque es necesario trabajar para garantizar que las emisiones de gases de efecto invernadero de los biocombustibles superen con creces la producción agrícola, se están logrando avances. Además, a medida que se invierta más en I + D, se encontrarán más usos "verdes" para este grano versátil.
Por tanto, aunque haya algunos retos, adaptándose y trabajando juntos será posible tener un suministro sostenible de maíz en el futuro que contribuya a la supervivencia de los agricultores, a alimentar el planeta y a ofrecer soluciones verdes a los problemas globales.