Agricultura e inteligencia artificial 2

Administraciones, empresas y docentes se ponen al servicio de la agricultura 4.0

23.06.2023
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Artículo escrito por el periodista agroalimentario Alejandro Toquero

  • La ciencia de los datos cada vez está presente en más ámbitos para ayudar al agricultor a gestionar mejor su explotación y ganar en calidad de vida
  • La Inteligencia Artificial es una oportunidad en la que ya se forman los agricultores y técnicos agrícolas del futuro, con el objetivo de automatizar procesos y mejorar la calidad de vida en el campo.

La inteligencia artificial (IA) cada vez tiene más protagonismo en el sector agrícola y no hay marcha atrás. Con esta alianza se busca que a través del análisis de infinidad de datos el agricultor reciba ayudas para gestionar su explotación. Elegir el cultivo que mejor se adapta al suelo, promover el uso eficiente de agua, anticipar la llegada de una plaga, planificar las necesidades de abono… Estas son algunas de las decisiones a las que presta apoyo la inteligencia artificial.

En este recorrido, lo ideal es que la figura del agricultor siga siendo imprescindible, que su experiencia tenga la última palabra. Y en ese camino, que la IA contribuya a automatizar procesos y a mejorar su calidad de vida.  El ejemplo de lo que se está haciendo en Aragón seguramente es extrapolable a otros territorios y lugares del mundo. Administraciones públicas, empresas privadas, Universidad, formación profesional, sindicatos agrarios… En todos estos ámbitos se trabaja alrededor de la IA aplicada al sector agrícola.

FORMACIÓN ESPECIALIZADA

En el centro público integrado de formación profesional (CPIFP) Movera se forman los agricultores y técnicos agrícolas del futuro. Leire Vadillo coordina el proyecto nacional Agricultura 4.0 en el que también participan el CI Agroforestal (Navarra) y el IES Mollerussa (Lérida). Los alumnos de los ciclos de grado medio de Producción Agropecuaria y Producción Agroecológica y de grado superior de Paisajismo y Medio Rural realizan prácticas con imágenes de satélite y drones para su posterior tratamiento mediante un software especializado.

Leire Vadillo controla los datos de una sonda que mide la humedad del suelo.
Leire Vadillo controla los datos de una sonda que mide la humedad del suelo.
Leire Vadillo controla los datos de una sonda que mide la humedad del suelo.
Leire Vadillo controla los datos de una sonda que mide la humedad del suelo.

Trabajan en clase y en el campo, en dos parcelas que hay junto a las aulas. “Se hacen tratamientos fitosanitarios para malas hierbas, abonado de precisión y riego eficiente”, comenta Leire. La información se obtiene de sondas que, cada hora, transmiten los niveles de nitrógeno, fósforo y potasio, “para saber cómo absorbe cada cultivo los nutrientes”. Otra sonda mide la humedad del suelo y el CO2 en el ambiente. “Con esos datos -prosigue- los alumnos riegan y aplican los tratamientos cuando hace falta”.

El profesor Jorge Andrés y dos alumnos, vigilando el vuelo de un dron en el campo.
El profesor Jorge Andrés y dos alumnos, vigilando el vuelo de un dron en el campo.
El profesor Jorge Andrés y dos alumnos, vigilando el vuelo de un dron en el campo.
El profesor Jorge Andrés y dos alumnos, vigilando el vuelo de un dron en el campo.

En una parcela de forraje aledaña, el profesor de Topografía Jorge Andrés y el estudiante Adrián Campos ponen en marcha un dron con cámara multiespectral. “Obtiene fotos muy solapadas y con esas imágenes hacemos una ortofoto que indica cómo está cada zona del campo; durante el año, con los datos acumulados, vemos si hay un problema de crecimiento, estrés hídrico o indicios de una plaga”, asegura el profesor. “En apenas unos minutos tenemos la información, que luego hay que volcar en el ordenador para interpretarla, que es lo que más tiempo lleva”, prosigue Adrián.

El alumno José Ángel Secorun introduce algunos datos en el isobús del tractor.
El alumno José Ángel Secorun introduce algunos datos en el isobús del tractor.
El alumno José Ángel Secorun introduce algunos datos en el isobús del tractor.
El alumno José Ángel Secorun introduce algunos datos en el isobús del tractor.

Muy cerca, al volante de un tractor convencional, su compañero José Ángel Secorun conecta el isobús que intercambia datos y funciones entre el vehículo y la sulfatadora. Indica dónde hay que tratar, programa la ruta y el tractor va solo.

José Ángel y su profesora realizan prácticas con el isobús para sulfatar un campo.
José Ángel y su profesora realizan prácticas con el isobús para sulfatar un campo.
José Ángel y su profesora realizan prácticas con el isobús para sulfatar un campo.
José Ángel y su profesora realizan prácticas con el isobús para sulfatar un campo.

DEL AULA AL CAMPO

Diego Escuder terminó el grado superior en Movera el año pasado y ya aplica estos conocimientos en su explotación. Junto a su padre y su tío cultiva mil hectáreas de secano (cereales), leguminosas y regadío (girasol y maíz).

En el móvil gestiona el uso de aplicaciones para controlar las labores del campo, utiliza imágenes satelitales para vigilar el crecimiento y el desarrollo de plagas y, sobre todo, se ha especializado en el uso de drones con cámaras infrarrojas y térmicas. “Ofrecen una información muy precisa para aplicar fitosanitarios y abonos, además de reducir el uso de agua y no utilizar tanto el tractor; en poco tiempo el ahorro ha sido grande”, comenta Diego.

Este joven agricultor lo tiene claro: “Los gastos en la agricultura están desproporcionados y con esta tecnología estamos consiguiendo reducirlos y maximizar nuestro trabajo para obtener un mayor rendimiento”.

LA UNIVERSIDAD SE IMPLICA

En otro ámbito educativo, el de la Universidad de Zaragoza, trabaja el catedrático del departamento de Informática Francisco Javier Zaragoza-Soria. En una entrevista en Heraldo de Aragón, el investigador explica que “hasta hace poco tiempo, para detectar una plaga en un terreno, se empleaban sistemas tecnológicos que costaban mucho dinero; ahora el coste es menor y resulta rentable hacer ese seguimiento por el ahorro en fitosanitarios”.

Francisco Javier está volcado en el proyecto Gedefec, que consiste en el desarrollo de gemelos digitales para explotaciones de fruto seco de cáscara. “El gemelo digital permite simular posibles escenarios a corto, medio y largo plazo en función de variaciones de la realidad, como precipitaciones, sequías, olas de calor y, también, las posibilidades de actuar sobre ellas (cambio en las estrategias de regadío, modificaciones en la poda…)”.

OPTIMIZAR EL AGUA

En el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) la línea de trabajo es otra. Los investigadores Raquel Salvador, José Manuel Mirás, Mónica Guillén y Auxi Casterad gestionan el proyecto “Ajuste de ciclos y coeficientes de cultivo para la optimización de la gestión del agua en grandes zonas regables en un contexto de cambio climático (LAIKcA)”.

Aparato de teledetección en un cultivo vinculado al proyecto LAIKcA.
Aparato de teledetección en un cultivo vinculado al proyecto LAIKcA.
Aparato de teledetección en un cultivo vinculado al proyecto LAIKcA.
Aparato de teledetección en un cultivo vinculado al proyecto LAIKcA.

“El agua es un recurso esencial para la agricultura -comentan-, ya que representa entre el 40 y el 60% del consumo total de agua. Los cambios climáticos y medioambientales ejercen presión sobre su uso, así que aumentar la eficiencia en las zonas de regadío, mejorar su gestión y aumentar su productividad, es esencial hacer una buena estimación de las necesidades hídricas de los cultivos”.

Este es su punto de partida con un objetivo: mejorar la eficiencia del riego mediante una actualización de la caracterización de la fenología de los cultivos en la situación agroclimática y de mercado actual. Además, se busca generar conocimiento sobre la vulnerabilidad y resiliencia al cambio climático de los modelos productivos para lograr una gestión sostenible del agua.

“Estamos evaluando los cambios agronómicos, tecnológicos y socioeconómicos ocurridos en los últimos 20 años en dos grandes zonas de regadío del valle medio del Ebro cuantificando los efectos de la utilización de los datos actualizados sobre fenología y coeficientes de cultivo en la curva de demanda y gestión de los grandes canales de riego”, explica Raque Salvador.

Además, se evaluará la vulnerabilidad de diferentes zonas de regadío al cambio climático, relacionándola con sus características agronómicas, técnicas y socioeconómicas. El proyecto concluirá en 2025. En estos momentos, José Manuel está recopilando datos meteorológicos en las dos zonas regables para analizar los escenarios de cambios climático y actuar en consecuencia.

Datos históricos, imágenes de satélite, sensores en los cultivos… Con esta información se alimenta el modelo, pero pisando el terreno, para que sea de calidad y se pueda cotejar con la que llega de los satélites. “El objetivo es tener una curva típica actualizada para que el regante sepa que, si el año viene seco, las necesidades serán unas u otras; a partir de ahí entrarían los modelos y la IA para dar una respuesta al agricultor”, concluye Raquel Salvador.

Conoce más sobre IA y Agricultura en este episodio del Podcast de Corteva AgroPrecisión link

La Firma Invitada

Alejandro Toquero

Alejandro Toquero

Periodista Agroalimentario

CortevaTalks

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