Agricultores, ganaderos, fabricantes de piensos y reguladores tienen en la proliferación de las micotoxinas un perpetuo quebradero de cabeza. Y es que las micotoxinas son sustancias tóxicas producidas por unas pocas especies de hongos, mohos y levaduras que se desarrollan en condiciones de humedad y temperatura específicos. Estas micotoxinas pueden desarrollarse en cultivos como el cacahuete, algodón, maíz, colza, triticale, avena, trigo o soja.
El principal escollo que encuentran en su erradicación es la invisibilidad: al ojo humano estas sustancias son imperceptibles, en su mayoría son microscópicas. Solo los rigurosos controles permiten su detección, como (por ejemplo) con el uso de luz ultravioleta y análisis químicos. Además, estas sustancias no se pueden eliminar directamente del grano contaminado y la legislación limita su presencia a niveles muy bajos. Y, para más inri: su crecimiento es exponencial. En pocas semanas las micotoxinas se extienden y proliferan, por lo que en cuestión de días puede ser demasiado tarde fumigar y controlar su crecimiento. En muchos casos, aunque destruyamos el hongo causante, la sustancia tóxica queda en el grano. Desecharlo es la única opción, por tanto, con la consecuente pérdida económica para el productor.
Los principales hongos causantes de micotoxinas en la agricultura son: Aspergillus, Fusarium, Penicillum y ergot. Está, por tanto, identificado el enemigo que hay que combatir. La clave es cómo conseguirlo. Y en la prevención está la principal solución.
Riguroso control en la cadena alimentaria
Desde la AECEC (Asociación Española de Comercio Exterior de Cereales, una asociación sin ánimo de lucro formada por empresas dedicadas a la importación y exportación de cereales y productos análogos) tienen claro que el control de las materias primas es fundamental para la seguridad alimentaria.
En el caso de las micotoxinas es clave un doble control, ya que estas sustancias son tóxicas en mínimas cantidades para el consumo humano y animal. En Europa, los niveles de micotoxinas permitidas son fijados por una serie de directivas de la Comisión Europea
en materia de piensos y alimentos por la normativa sobre salud y bienestar de personas y animales.
Y no solo eso, los niveles de micotoxinas permitidos se revisan frecuentemente. En la actualidad son de 20 ppb (partes por billón) en el caso de las aflatoxinas o 10 ppb en el caso específico de las aflatoxinas B1 (las más comunes). Todo con el fin de controlar estas sustancias tóxicas. Por ello, la presencia de niveles más altos a los permitidos legalmente supone la destrucción total de la producción por las autoridades sanitarias.
Daniel Martínez, presidente de la AECEC, además recalca que la clave para estar tranquilos es tener un doble control: “Realizamos controles a la carga en mercancías importadas que se suman a los controles sanitarios que ya realizan las autoridades a través de los puestos de inspección fronterizos (PIFs)”. Es decir, que además de los controles que exige la Unión Europea, en España se suma este doble sistema que garantiza que está libre de tóxicos tanto lo que consumimos, como lo que damos de comer a los animales.
¿Cómo podemos evitar la aparición de micotoxinas?
La mayor parte de las acciones dirigidas al control de las micotoxinas están orientadas en torno a la sanidad vegetal. El cuidado del suelo hará que se reduzca el stress del cultivo, evitando que el hongo encuentre más oportunidades para crecer. Por otro lado, es crucial monitorizar el cultivo, para que ante la menor sospecha se pueda actuar con celeridad. Además, el productor agrícola y el gestor de almacenaje debe evitar su aparición activamente, de forma que se evite la contaminación por micotoxinas.
Por tanto, velar por las buenas prácticas agrícolas es crítico y se debe hacer en todas las etapas de la producción:
1 Semilla certificada (siembra)
Es bueno conocer el origen de lo que se va a sembrar, garantía de lo que vamos a obtener. Las nuevas variedades genéticas en muchos casos vienen pretratadas con fúngicos y vigorizantes, para hacer frente a posibles hongos. Pero no solo eso, las buenas prácticas en sanidad vegetal indican que para un correcto plan de cultivo es importante vigilar la distancia y la aireación de la simiente, que evita también el crecimiento de hongos.
2 Preparación y conservación del suelo (mínimo laboreo):
El agricultor tiene en su mano el preparar el terreno para evitar que proliferen los hongos causantes de micotoxinas. La tendencia actual de la agricultura hacia el mínimo laboreo hace que sea necesario recurrir a análisis de suelo para conocer su composición (tanto por el contenido de nutrientes como por el pH de este). El control de rastrojos (las famosas malas hierbas) son cruciales y no solo para optimizar los recursos que el cultivo necesita.
3 Buenas prácticas de abonado y fertilización (control de temperatura y humedad)
Es fundamental, sobre todo en el caso de la agricultura ecológica, que la aportación de materia orgánica al suelo se realice con prácticas que aseguren la incorporación descomposición del material vegetal antes de la siembra. Pero no solo eso: excederse en la fertilización y en el riego puede provocar un excesivo desarrollo vegetativo que provoque el encamado del cultivo, se debe evitar el estrés hídrico durante el durante todas las etapas de desarrollo de las plantas.
4 Tratamientos preventivos (sanidad vegetal)
Si bien la selección de semilla certificada minimiza los riesgos, junto con las demás prácticas agrícolas, en caso de tener que aplicar fungicidas es fundamental elegir el momento adecuado. Para ello, una vez más, es fundamental incidir en la monitorización: cuanto antes, mejor. En caso de detectar zonas con riesgo, es fundamental separar la producción y tratar con antifúngicos para eliminar la plaga de hongos y así evitar el aumento de micotoxinas.
5 Cosecha y almacenamiento
Cuidar la recolección es fundamental para evitar la aparición de micotoxinas, por ello, es necesario que tengan la mínima humedad posible, por los sistemas de ventilación pueden evitar la aparición de hongos. Es decir: hay que vigilar que esté siempre almacenado en condiciones de aireación y de humedad controlada (a ser posible, protegido de los cambios bruscos de temperatura y de la luz solar).
A partir de estos pequeños consejos, la protección de la cosecha es la principal base para que las micotoxinas no supongan un problema de producción, dado que existen ya numerosas herramientas que están en la mano del agricultor para su control.