Tras el shock global que supuso la pandemia por Covid19 en 2020, el otoño de 2021 también está planteando una situación inédita: los altos precios de la energía y la escasez de muchas materias primas está poniendo en jaque a muchos sectores de todo el mundo y al mismo tiempo.
Por descontado, la situación también afecta de forma directa al sector agrario, de manera que, por ejemplo, los agricultores de cereales de invierno se enfrentan actualmente a una época de siembra en la que los precios de los fertilizantes, combustibles o repuestos están por las nubes y tienen que lanzarse a invertir sin saber cuál es la tendencia del precio del cereal que cosecharán en verano.
Las organizaciones profesionales agrarias que representan a agricultores y ganaderos ya han puesto el grito en el cielo porque consideran que el sector agrario se encuentra ante “una coyuntura sin precedentes”. Mientras alguno de estos colectivos califica dicha situación de “tormenta perfecta” para muchos tipos de explotaciones agrarias, otro afirma que nos encontramos ante “la campaña más cara de toda la historia”. Por otra parte, como los agricultores y ganaderos no pueden fijar los precios de los alimentos, el encarecimiento que están experimentando en sus insumos y en sus hojas de resultados todavía no los pueden repercutir en la venta de sus productos.
Energía y fertilizantes
Desde que el pasado mes de junio el coste de la electricidad comenzara a aumentar y sus altos precios se hicieran mas evidentes para el ciudadano, el valor económico de prácticamente todas las energías no ha parado de crecer en todo el mundo, ya que la escasez de unas, afecta directamente a la demanda de otras. El origen de este incremento que parece imparable se encuentra, según los expertos, en la escasez de gas natural, la fuerte demanda de Asia y los bajos stocks de gas, entre otros factores.
Dichos aumentos también los sufren los productores de alimentos, quienes, según las organizaciones profesionales agrarias han visto cómo el coste de la luz ha subido entre un 75% y un 300%.
Asimismo, gas, gasóleo y otro tipo de combustibles están alcanzando unas cifras inauditas en el mercado, y aunque los análisis de las organizaciones profesionales agrarias plantean diferentes porcentajes, se puede decir que el gasóleo agrícola ha subido entre un 40% y un 70%.
Otra de las materias primas cuyo precio se ha disparado son los fertilizantes, cuyo incremento está entre el 100% y más del 200%, destacando lo que se paga por la urea (cuyo precio se ha duplicado desde enero de 2021), o por el nitrato amónico cálcico, (que también se sitúa casi al doble de lo que costaba en otoño de 2020).
Y es que el valor económico de los fertilizantes está directamente ligado al de la energía, por lo que mientras ésta última se pague cara, los primeros mantendrán sus precios altos.
Otros insumos
El resto de los insumos agrarios también están más caros que hace un año: el agua ha subido entre un 10% y un 30%; los plásticos para agricultura alrededor de un 50% y, como consecuencia, el precio de los fitosanitarios y las semillas también es mayor.
Los problemas actuales de logística a nivel internacional (fletes de barcos y encarecimiento del transporte por carretera) también están afectando de forma importante al movimiento internacional de las materias primas, desestabilizando los mercados y los precios. Por ejemplo, en enero de 2020 traer un contenedor a España desde un puerto de China costaba unos 2.500 $ y en septiembre de 2021 había que pagar hasta 14.000 $. Con esta situación global, se puede comprender que nuestro país, deficitario en cereales, no tenga fácil importar dicha materia prima de Estados Unidos o Ucrania no sólo por los altos precios de los granos, sino también por el alto coste de su transporte.
Por todo ello, los piensos para la alimentación del ganado también han aumentado en los últimos meses sobre un 25%.
Situación de los mercados agrarios
Con todo ello, muchas campañas agrícolas se están iniciando con mucha incertidumbre, porque con las subidas de fertilizantes, fitosanitarios y carburantes, producir un kilo de cebada o trigo puede resultar un 18% más caro este ejercicio, o un kilo de maíz, un 16% más que la última campaña.
Los mercados agrarios no sólo se mueven por la ley de la oferta y la demanda, sino también por las situaciones geopolíticas y por las percepciones y sensaciones de quienes operan en ellos.
De esta forma, varios expertos en mercados internacionales de cereales se han atrevido a augurar que los precios de estos seguirán altos mientras lo esté el de las energías. Y de muestra, exponen el caso del maíz (cuyo principal destino es la alimentación animal en un 60% y la humana en un 40%), ya que se da la circunstancia de que en Estados Unidos su producción para etanol está siendo ahora mucho más rentable que en años anteriores, (puesto que las energías son un bien escaso en los mercados). Esto lleva a pensar que el alto valor económico que está experimentado este cereal desde hace un año se mantendrán, al igual que el de otras materias primas agrarias como la cebada, el trigo, la soja, muy relacionadas todas ellas con la alimentación tanto del ganado como de los humanos.