El ciclo que se sucede desde la plantación de una semilla hasta la recolección del cultivo es el mismo desde los albores de la humanidad. Desde que el hombre descubrió la agricultura en el Neolítico, hace unos 15.000 años, el mecanismo de sembrar una semilla, regarla y cosecharla ha seguido un ciclo idéntico en esencia. Lo que ha cambiado es la información que podemos obtener en cada uno de los momentos de dicho ciclo. Actualmente, incluso antes de sembrar, hay muchísimos datos que son fácilmente accesibles para el agricultor y que ayudarán a mejorar el rendimiento y calidad del producto.
Desafío generacional
Según el Censo Agrario 2020 elaborado por el INE (Instituto Nacional de Estadística) en España existen unas 914.871 explotaciones agrarias. En ellas, más del 60% de los productores y gestores de explotaciones agrícolas superan los 45 años, siendo este dato mucho más acusado en algunas regiones. En las zonas geográficas donde esos agricultores han cursado formación reglada, el porcentaje de ellos no supera el 25% en el mejor de los casos.
Es evidente que la incorporación de las nuevas tecnologías al manejo agrícola debe ir acompañada de una formación técnica específica de las nuevas generaciones de agricultores, dada la dificultad de adaptación a la planificación digital de personas más veteranas en el sector. En estos casos, es vital el asesoramiento que se proporciona desde las empresas especialistas del sector, contando por ejemplo con programas de siembra guiada que orientan al agricultor en todos los procesos de su explotación.
También pueden resultar muy útiles los artículos técnicos de difusión que se facilitan desde estas empresas. El nuevo conocimiento que se genera con la implantación de herramientas digitales conforma un flujo de información cada vez mayor que necesita llegar hasta los propios agricultores.
Estudio de suelos
Incluso antes de la siembra, el estudio del suelo y de aspectos clave como la composición, la salinidad o el drenaje, arroja datos clave a la hora de destinar esa tierra a un cereal u leguminosa en concreto. Distintos sistemas, como el mapeo digital a través de imágenes obtenidas por drones, ofrece gráficos importantes que ayudan a tomar decisiones más apropiadas y hacer un planteamiento de cultivos más inteligente. El I+D en el sector de los abonos agrícolas busca mejorar la fertilidad de la tierra.
El aprovechamiento de parcelas antes condenadas al barbecho con plantaciones que regeneran la tierra son prácticas muy recomendables. En estos casos los asesores agronómicos ayudan a rentabilizar las explotaciones agrícolas y hacerlas competitivas en un entorno global.
La toma de decisiones en la agricultura
Con la revolución tecnológica que supone el uso de herramientas digitales en el manejo de los cultivos, la agricultura deja de basarse en decisiones que antaño se tomaban basándose en la propia experiencia. Los momentos de siembra o recolección seguían los patrones históricos conformados por los años anteriores. Muchas veces las fechas de una u otra labor las marcaban la intuición, la llegada de determinada fecha del calendario o incluso el santoral.
Pero en un entorno tan dinámico y en el actual proceso de cambio climático en el que nos hallamos inmersos, este tipo de patrones históricos no suelen ser fiables. Meteorológicamente este proceso de cambio global también lleva asociados fenómenos meteorológicos extremos de difícil control. Sin embargo, nunca se ha dispuesto de información meteorológica tan detallada y fiable como en la actualidad.
Las decisiones aleatorias o intuitivas a la hora de planificar cultivos dejan de ser habituales en la nueva agricultura, en la que se analizan todos los datos disponibles para tomar decisiones acertadas.
Gracias a la llamada agricultura 4.0, la modernización del campo conlleva un mayor control de todas las fases productivas, redundando en un mayor control de la productividad por hectárea y una mayor optimización de los recursos. La automatización de algunas de las labores agrícolas más difíciles ha supuesto también una ayuda al problema de la reducción de la mano de obra existente para poder gestionar una explotación agrícola. Los tractores y demás maquinaria agrícola son cada vez más tecnológicos, precisos e incluso autónomos. Se ha demostrado los beneficios, por ejemplo, de una distribución uniforme de las semillas mediante las nuevas sembradoras de precisión. Se controla con ellas totalmente la profundidad de siembra y se maximiza el rendimiento.
Cierto es que una vez que se ha obtenido una determinada producción, esta se enfrenta a las leyes del mercado en las lonjas, donde se detecta una creciente influencia de los mercados exteriores y es difícil anticiparse a los comportamientos de estos.
Sostenibilidad
Las últimas tecnologías aplicadas a la agricultura hacen cada vez más sostenible al sector productivo. Con la nivelación precisa basada en instrumentos ópticos y electrónicos de los campos, por ejemplo, se puede conseguir ahorrar agua de riego, ya que se evitan embalsamientos y fugas.
También puede conocerse el grado de humedad y por tanto la necesidad de riego mediante la instalación de sensores en el subsuelo. Para plantaciones arborícolas, existen sensores adosados al tronco que informan de posibles carencias de abonado de la planta. El riego basado en estas mediciones se efectúa con total precisión, tanto en cantidad como en momento, ahorrando recursos hídricos.
El futuro de la agricultura es digital
Este movimiento imparable de digitalizar las explotaciones agrícolas resulta clave para seguir siendo competitivos en los mercados globales, para países desarrollados en los que existe carencia de mano de obra en el sector primario. El sector agrícola en España cuenta con un tímido relevo generacional, que forzosamente necesitará contar con formación académica para adaptarse y ser capaz de emplear en su explotación agrícola la tecnología disponible. Empresas como Corteva Agriscience proporcionan valiosos asesoramientos agronómicos para acompañar a estos agricultores en su transición hacia un manejo más inteligente de sus parcelas, basando sus decisiones en datos y no en intuiciones y permitiéndoles conocer de primera mano qué tecnologías pueden utilizar para ser más sostenibles, productivos y facilitar su importantísima labor.