No es nada nuevo hablar de buenas prácticas agronómicas, de innovación o de mejoras continuas en el campo. Esta mejora continua se centra en aspectos como la productividad, el control de plagas y tiene en cuenta la multitud de factores que influyen en el desarrollo del cultivo tales como la climatología y la orografía entre otros. Con la Revolución Industrial, la maquinaria comenzó a sustituir a la fuerza humana y animal y los descubrimientos científicos conllevaron la aplicación de nuevas técnicas para producir más, mejor y más barato, algo imprescindible para alimentar a la creciente población mundial. La tercera revolución, la de las tecnologías de la comunicación, está trayendo más avances con el uso de los datos.
Por tanto, siempre se ha estado innovando en el campo y también aplicando las nuevas tecnologías derivadas de la aplicación de los conocimientos científicos que han ido surgiendo. Hay un hecho claro: la población mundial está creciendo y debemos alimentarla. Y para ello es necesario producir más y mejor, lo cual implica seguir investigando, aplicando nuevas técnicas e innovando.
Es aquí donde entra en juego el concepto de sostenibilidad que ahora es tendencia en el debate público y que está teniendo repercusión a la hora de legislar, sobre todo en los países desarrollados. Una definición de la sostenibilidad puede ser no comprometer el futuro con las actuaciones presentes. El sector primario, para que sea sostenible, tiene que ser rentable, porque de lo contrario, estará en juego la continuidad de algunas explotaciones. Y para que sea rentable y por tanto sostenible, la tecnología y las innovaciones juegan un papel fundamental en satisfacer las necesidades de los profesionales del sector: en un contexto donde falta de mano de obra, la mecanización es vital; ante el aumento de costes de los insumos, el manejo de los cultivos debe basarse datos que permitan optimizar su uso en las zonas donde sea necesario; o para mantener la competitividad hay que usar variedades resistentes a diferentes factores como puede ser la sequía.
El desafío principal es implementar prácticas agrícolas que optimicen el uso de recursos naturales, como el agua, y minimicen el impacto ambiental
El reporte de la sostenibilidad está basado en tres áreas fundamentales: la gobernanza, el área social y el medioambiente. En países democráticos desarrollados, la gobernanza y el área social enfrentan el reto de asegurar políticas inclusivas y equitativas para todos los actores del sector agropecuario. En cuanto al medio ambiente, el desafío principal es implementar prácticas agrícolas que optimicen el uso de recursos naturales, como el agua, y minimicen el impacto ambiental. Además, se debe promover una producción sostenible que sea capaz de satisfacer la demanda de alimentos sin comprometer la salud del ecosistema. Es crucial comunicar y educar a la sociedad sobre los avances y esfuerzos realizados en estas áreas para asegurar un futuro sostenible.
Volviendo a las innovaciones tecnológicas en el campo, ya se observa el uso de drones para monitorear el estado del cultivo evaluando factores como la humedad, el suelo, la temperatura y la presencia de plagas entre otros. También se usan equipos más eficientes; sistemas de riego más inteligentes; alternativas a la restricción de materias activas; o máquinas recolectoras de fruta que desechan piezas y solo recogen las óptimas. Es importante lograr una mayor alineación entre las investigaciones institucionales y los departamentos empresariales de innovación con las necesidades reales de los agricultores. Y en todo ello juega y jugará un papel fundamental la recopilación de datos y la inteligencia artificial, y para ello, los agricultores se tendrán que formar o acudir a técnicos especializados que le ayuden; es decir, hay un campo infinito de desarrollo. Este proceso de aceleración histórica hay infinidad de innovaciones tecnológicas aún por descubrir.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2022 hubo 762 empresas que innovaron en el sector primario -sin contar el sector agroalimentario- por valor de 134,35 millones de euros, si bien no cuentas aquí otras actividades industriales orientadas hacia el campo. Esto supuso el 0,64% del total de empresas y solo el 13,1% de las empresas agrarias innova, más en procesos que en productos. En 2020, hubo 2.103 empresas agroalimentarias con innovaciones tecnológicas por valor de 959,4 millones de euros, solo superadas por la industria del motor y farmacéutica.
Como conclusión, el binomio innovación-tecnología habrá de ir orientándose hacia hacer del campo una actividad sostenible, no solo por las exigencias sociales o normativas, sino también por su rentabilidad, descubre cómo desde Corteva llevan 5 años contribuyendo al avance sostenible del sector.
